El personal
sanitario amenaza con bajas ante cualquier sospecha por falta de medios
La mayoría de las urgencias no tendrá trajes reglamentarios hasta la próxima semana
Familiares y partidos cargan contra el consejero de Sanidad de Madrid por culparla
El
consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodríguez, hizo ayer las veces de catalizador de la confusión, la
indignación y el temor que siente una parte del personal hospitalario tras el contagio de
la auxiliar Teresa Romero.
Rodríguez, que ya había acusado anteayer sin pruebas a Romero de mentir sobre
su estado, volvió a relativizar su evolución -«no estaría tan mal si fue a la
peluquería»- y, a su vez, a ridiculizar el
accidente por el que, supuestamente, se contagió «para ponerse un traje no
hace falta un máster»
Todos
los partidos, incluido el suyo (el PP),
y todos los sindicatos profesionales arremetieron contra él y reclamaron su
dimisión. El CSIF lo acusó
de presionar a la auxiliar para que se culpara del contagio y así derivar la
presión que está sufriendo la Administración.
No
obstante, las situaciones de mayor tensión se sufrieron en los hospitales. Y en
concreto en el Hospital de Alcorcón, donde Teresa Romero ingresó y donde se confirmó que estaba
infectada por el ébola.
«Trabajar
aquí con los medios que nos proporcionan a día de hoy no es seguro y yo no
estoy dispuesta a poner en peligro mi salud. A la mínima sospecha de otro
contagio por ébola me doy de baja». Esta enfermera de Alcorcón resume «el
mensaje de muchos compañeros» del centro hospitalario que «no se atreven a
hablar ante los medios» por miedo, después de que el médico que atendió a
Teresa Romero denunciase numerosas irregularidades durante las horas que la
enferma pasó en este centro del sur de Madrid.
Ayer,
según varias fuentes consultadas, eran 13 el número de personal sanitario de
Urgencias que se había dado de baja. «Algunos alegan estrés, otros, miedo, y
otros, depresión», explica una enfermera que continúa su labor en el Hospital y
que confiesa que «no es una cuestión de no profesionalidad por parte de sus
compañeros, sino un miedo natural al infectarse porque las cosas no se hicieron
bien y tampoco se están tomando decisiones para actuar correctamente» en el
caso de que un paciente acceda al centro con los síntomas del virus.
Tal
es el rompecabezas al que se enfrentan los responsables de cuadrar los turnos
para que todos estén cubiertos, que se han visto obligados a «pedir por favor»
a otros trabajadores del centro que se trasladen a Urgencias «de manera
provisional». «A mí no me lo han propuesto, ni que lo hagan porque van a tener
un no como respuesta tan grande como las cagadas que ellos han
cometido».
Pese
a esta falta de personal, los pasillos de Urgencias de Alcorcón y las salas de
espera no presentaban colapso alguno. Todo lo contrario. Tranquilidad
«insólita»: la sala en la que aguardan los familiares el diagnóstico de los
suyos -que tiene una capacidad para más de 50 personas- estaba ocupada a
primera hora de la tarde por cuatro personas: «Qué vamos a hacer, no nos queda
otra. Lo que vemos por la televisión hace que tengamos miedo de venir aquí,
pero no tenemos los medios para desplazarnos a ciudades como Leganés o Móstoles». Precisamente en estas ciudades están acogiendo a muchos
vecinos de Alcorcón. Una enfermera del Universitario
de Móstoles asegura que por las Urgencias de su centro han pasado
en los últimos dos días un 15% más de enfermos de Alcorcón de lo habitual.
El
Carlos III desaloja su cuarta planta
Y
en el norte de Madrid, mientras el Hospital
Carlos III desalojaba de la cuarta planta a los 18 pacientes sin
relación con el ébola que aún quedaban en el centro, personal del SAMUR impartía clases a los
sanitarios (intensivistas, enfermeros, celadores...) que lo desearan sobre cómo
colocarse y retirarse con seguridad el traje protector.
Este
centro también vivió un día de protestas contra el consejero Rodríguez. Una
compañera de Teresa Romero deploró su intención de «criminalizar» a la
sanitaria y la junta de personal tachó las críticas de «inadmisibles».
Asimismo, hubo quejas contra la falta de medios de protección. Los sindicatos
lamentaron que se esté trasladando a personal de otros centros al Carlos III a
la fuerza y sin formación.
Hasta
el pasado mes de abril, este hospital madrileño -cercano a La Paz y de un tamaño muy
inferior- era considerado un centro de referencia en enfermedades tropicales
importadas (de hecho, era el hospital español con mayor número de pacientes con
malaria atendidos). Sin embargo, y casi como una fatal coincidencia, la
decisión de la Consejería madrileña de fusionarlo con La Paz coincidió en el
tiempo con la aparición en el mapa mundial de los primeros casos de ébola en África Occidental.
Sindicatos
como CSIF se desgañitaron durante meses con cartas y protestas, alertando de
que el despido de parte de los profesionales y el traslado de otros tantos a La
Paz (incluido el cierre de la UCI)
suponía el desmantelamiento de este centro de referencia. Sobre todo, mientras
no estaban listas las obras para adecuar un ala en el Hospital Militar Gómez Ulla que sirviese para esta labor.
Como
reconoce un médico de este centro, que prefiere no dar su nombre, la fortaleza
del Carlos III no estaba tanto en sus instalaciones (obsoletas, como se puede
apreciar al pasear por sus habitaciones, con capacidad para 79 camas) como en
sus equipos humanos, incluidos los siete especialistas en Medicina Tropical, cuyo papel en la
crisis del ébola ha sido asumido en parte por los servicios de Medicina Interna y Cuidados Intensivos de
La Paz. «El fallo [en la crisis actual] no está tanto en las dependencias como
en la formación de personal», asegura.
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