Un
30% de los pacientes que acuden a una consulta desconoce que sufren este
trastorno
El 1% del PIB de la Unión Europea se
dedica a gastos relacionados con la depresión
La depresión, ese trastorno mental que
parece haberse extendido como la pólvora en el actual contexto de crisis y que
se caracteriza por un sentimiento de abatimiento e infelicidad, sigue siendo
una enfermedad desconocida para el común de los mortales.
Ésta es una de las principales
conclusiones que se extraen del encuentro Avances en la evaluación y
tratamiento de los trastornos del sueño y la depresión, que se ha celebrado
esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de
Santander, dirigido por Gualberto Buela-Casal, presidente de la Asociación
Española de Psicología Conductual (AEPC), y en el que han participado
importantes expertos en la materia.
Según los últimos estudios presentados
en este foro, la depresión es un trastorno que afecta ya al 10% de la población
española. Sin embargo, un porcentaje muy alto de los pacientes que acuden a la
consulta del psicólogo, alrededor de un 30%, desconoce en un principio que lo
padece. "La depresión sigue siendo esa gran desconocida, no ya porque no
exista un tratamiento específico, sino porque con mucha frecuencia ni la
familia ni el propio paciente es consciente de que tiene un cuadro
depresivo", explica Francisco Santolaya, presidente del Consejo General de
Colegios de Psicólogos y psicólogo clínico en el Hospital Universitario de
Valencia.
Pese a haberse disparado el número de
personas que sufren este trastorno, España es uno de los países con una menor
prevalencia en la Unión Europea. "Las tasas más altas de depresión se dan
en los países nórdicos", comenta Buela-Casal. En opinión del experto, el
hecho de que las estadísticas hablen de un aumento de la depresión, el estrés y
la ansiedad década tras década está directamente relacionado con la cultura de
la exigencia que se fomenta en los países desarrollados: "En Estados
Unidos se manejan datos de un 25% de personas con trastornos del sueño
relacionados con la depresión, mientras que en China el dato es sólo del 4%. Es
evidente que los estilos de vida son muy distintos. Sin embargo, también es
cierto que en el país asiático no existen instrumentos tan finos de
evaluación".
UNA
ENFERMEDAD MUY COSTOSA
En Europa los datos hablan por sí
solos: un 1% del PIB de la UE se dedica a los gastos relacionados con el
tratamiento de la depresión y se estima que se pierden 150 millones de días de
trabajo por bajas relacionadas con esta enfermedad. "El desarrollo económico
y social en el primer mundo no es inocuo y tiene algunas consecuencias",
subraya Wenceslao Peñate, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad
de La Laguna.
Los humanos, como seres racionales que
somos, tendemos a preguntarnos el porqué de las cosas, a buscar explicaciones,
y ésa, según el catedrático, es una de las "trampas" psicológicas que
se encuentran en el origen de la enfermedad. A partir de ahí, si no se halla
una razón suficiente para explicar y afrontar un determinado hecho, se desarrolla
toda una serie de síntomas como la tristeza, la pérdida del interés sexual, la
hipocondría, el pesimismo, la irritación y la baja autoestima, entre otros. La
persona se mete en una especie de túnel en el que no es capaz de valorar las
cosas positivas que le aporta su devenir diario y aparecen sentimientos de
culpa por decisiones percibidas como errores.
La persistencia en el tiempo de estos
síntomas -los expertos hablan de un "convencionalismo" de alrededor
de dos semanas-, así como la intensidad con la que salen a la luz, son
elementos clave a la hora de detectar la depresión. "Para que un problema
sea depresivo tiene que pasar tiempo. Vivir tres o cuatro días tristes es mala
suerte pero no es trascendente", subraya Peñate.
"Cuando viene un paciente a la
consulta, lo primero que hay que diferenciar es la tristeza de la depresión,
porque la rabia o la melancolía son emociones absolutamente normales, que
tienen su función y que los seres humanos tenemos porque sirven para
algo", apunta por su parte Santolaya. "La gente confunde llorar con
estar deprimido, y la depresión muchas veces te impide llorar", añade.
Aunque los psicólogos confirman que los
tratamientos actuales son "eficaces" y que alrededor del 80% de los
pacientes que se someten a alguno de ellos suele salir adelante, este
porcentaje sigue siendo similar al obtenido en estudios que datan de hace 20
años. "Algo está fallando porque hay un número importante de personas que
sigue sufriendo", confiesa el presidente del Consejo de Colegios de Psicólogos.
Tener pensamientos positivos, ser una
persona activa o abordar la percepción de los éxitos y los fracasos de la forma
correcta son elementos clave que predisponen a los sujetos a sufrir o no un
trastorno de tipo depresivo; "más que los factores genéticos", que
también influyen. Tal y como apunta Santolaya, "las personas más
predispuestas a la depresión suelen atribuir lo positivo a la suerte y lo
negativo a uno mismo".
La actividad diaria también aparece como uno de los
mejores antídotos naturales a la depresión, al igual que disponer de un buen
colchón social.
LA
FAMILIA, ELEMENTO CLAVE
Es ahí precisamente donde entra en
juego la familia, que no siempre sabe afrontar un problema de este calado y
cuya conducta a menudo perjudica más que favorece la situación. "Lo
primero que hay que hacer es comprender que la depresión es una enfermedad, un
problema real, y que uno no está quieto en un sillón porque quiere. Y la
segunda cuestión, tras consultar al psicólogo, es procurar la amabilidad con el
sujeto, intentar que tenga un buen sueño y promover a la vez un ambiente social
gradual", confirma el experto del Hospital Universitario de Valencia.
Y es que, tal y como explica David
Pulido, psicólogo y profesor del Máster en Terapia de Conducta del Instituto
Terapéutico de Madrid (Itema), "resulta paradójico cómo en multitud de
ocasiones, intentando ayudar lo que hacemos es mantener un problema". Es
por ello que considera "el principal reto" del terapeuta conseguir
implicar a la familia de la forma adecuada en la enfermedad.
Reforzar determinadas conductas que
conllevan una "aproximación a la meta y no a la conducta objetivo" o
no castigar la conducta deprimida en un momento desesperado son también
factores básicos a tener en cuenta durante un tratamiento que suele tener
muchos momentos de altibajos.
Pero no sólo eso. Los expertos indican
que ser capaces de proporcionar un entorno seguro y estable al enfermo,
cubriendo las necesidades básicas que se plantean; hacer de las actividades
placenteras una prioridad en el transcurso de la patología; ser comunicativo,
atento y afectuoso; enseñar a combatir el miedo y las dificultades; modelar el
pensamiento racional; anticipar los conflictos y afrontarlos asumiendo los
momentos difíciles; o ser capaces de abrazar el cambio en la rutina de una
familia conforman el contexto ideal para llegar a buen puerto.
Este contexto se
sostiene, sobre todo, en un pilar básico en la psicología: la empatía. Como
sentencia Pulido, "la mejor manera de ayudar a alguien es ayudarle a ayudarse
a sí mismo".